martes, 3 de julio de 2012

La Isla Misteriosa


 La siguiente es una narración que he realizado,  pensando en la imaginación que muchos hemos perdido, pero que nos ayuda a vivir el mundo de una mejor manera. Muchas de las imágenes que se muestran son las las Islas Galápagos y hago referencia a la muerte de nuestro querido "George". Lastimosamente, todo se acaba pero debemos superarnos como seres humanos, para lograr evolucionar y llegar a vivir en una relación equitativa con la naturaleza y su hermosura.

LA ISLA MISTERIOSA

Cuenta la historia que un día, Ricardito se encontraba caminando por el bosque, en su afán de observar la hermosura del verdor, de oír los diversos sonidos que lo envuelven. Estaba tan curioso como investigador privado, que descubrió dentro de un pequeño agujero en un tronco, una esplendorosa manzana con una mezcla de colores verde y rojo que la convertían en la manzana más admirable y deseada de la que se pudiese encontrar colgada de cualquier árbol. Ricardito no soportó la tentación y de varios mordiscos acabó con la tercera parte de la jugosa manzana, pero ¡oh sorpresa! Mientras degustaba la fruta, Ricardito, en su mente admiraba la belleza de unas islas tan bellas como azules eran sus aguas. Tanto fue la algarabía del momento, que comenzó a juguetear con ella, dando brincos y zambulléndose en la misma. Cuando acabó y estuvo cansado, sintió ganas de probar otra vez el sabor de la deliciosa manzana y dando otro mordisco igual de grande que el anterior, apareció junto a él uno de los más bellos, sino, el único de su especie, un querido animal con su cuello largo y enorme caparazón que lo sorprendió con su sabiduría. Ricardo se emocionó al verlo, pero no pudo reconocerlo. Pero qué susto se llevó cuando el bello animal le habló. Saludándole. <<Hola humano>> Hola, le respondió Ricardito. Conversaron de muchos temas hasta que la saciedad de su curiosidad se llenó y supo que su nombre era George. Y era el último de su especie. El niño se sintió triste y no se explicaba cómo puede llegar a ser el único y último a la vez. Sus años le habían enseñado cómo el ser humano puede llegar a depredar lo que existe y no responsabilizarse por ello. Pero ahora ya no estaba solo, el niño lo acompañaba. Y tan grato fue el momento de la plática que no se dio cuenta que su cuerpo se desvanecía y al mismo tiempo se despedía de quien le enseñó mucho sobre el mundo del hombre. Otra vez se encontraba en aquel bosque esplendoroso y ya había terminado de alimentarse con la fruta. Pero se sintió tan emocionado que corrió a contárselo a sus padres, la aventura que por un día había tenido. Y desde ese entonces, vuelve continuamente a visitar el bosque y probar cada uno de los frutos más exuberantes que cuelgan de sus árboles, tratando de sentir la magia de su interior y tratando de encontrarse con su querido amigo en un mundo imaginario, en un mundo sin hombres.
(Carlos Iglesias González)


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